El capital humano, término creado a mediados del siglo XX por los economistas estadounidenses Theodore Schultz y Gary Becker, hace referencia, por un lado, a la cuantía económica que representan las habilidades profesionales de una persona. Por otra parte, visto como un factor de producción en el trabajo, el capital humano alude al tiempo que necesita emplear una persona para la producción de bienes o servicios.
Es necesario comprender las distintas dimensiones del término para alcanzar a ver todas las variables que influyen en su fluctuación, así como todas las consecuencias que vienen ocasionadas por ésta. Lo que está claro es que el capital humano es un activo de inmenso valor tanto en el marco social como en el empresarial, tanto en el ámbito macroeconómico como en el microeconómico. Tan inmenso es ese valor que se puede afirmar que el capital humano es el que mueve las empresas y, con ellas, las sociedades. El capital humano es el que las desarrolla, el que las hace avanzar y las da valor.
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El capital humano personal, parte de la riqueza del individuo
En lo relativo a la primera acepción, el capital humano personal, hay que entender la doble vertiente temporal que engloba el concepto. Se contempla como el valor profesional de una persona determinada en el presente, pero teniendo en cuenta parámetros que acontecerán en el futuro, como son los beneficios que espera obtener ese trabajador con su ocupación hasta que finalice su vida laboral.
Esto quiere decir que cuanto más joven sea una persona, más alto será su capital humano. Por contra, un trabajador en sus últimos años de vida activa tiene ya menos recorrido y, durante los años que lleva trabajando, ha ido transformando ese capital humano en capital financiero, en unos ingresos monetarios que bien habrá invertido, bien habrá ahorrado o bien se habrá gastado.
Sin embargo, no hay que entender el capital humano de una persona como algo lineal, como una regla matemática homogénea que depende únicamente de la edad de un individuo. Existen factores determinantes a la hora de aumentar su valor aparte de los años que tenga un sujeto: la educación, la experiencia y las habilidades. Esto es así porque, cuanto mejor preparado esté alguien, más rendimiento podrá sacar de sus futuras actividades laborales. Lo mismo ocurre con la experiencia que se va adquiriendo; cuanto más bagaje tiene un trabajador realizando ciertas tareas, más efectivo será al realizarlas en el futuro. Y no menos importantes son las habilidades, tanto las más innatas como las que se vayan obteniendo y perfeccionando gracias a la formación y a la mencionada experiencia.
Capital humano, vital en el crecimiento empresarial
Para entender bien la importancia del capital humano hay que tener también muy en cuenta su dimensión como factor de producción. En el estudio en que Theodore Schultz y Gary Becker acuñaron el término, éstos concluyen que, para explicar con exactitud el crecimiento económico de una sociedad, se debe recurrir sí o sí a la influencia del capital humano presente en la misma.
De igual manera, el crecimiento económico de las empresas depende en gran medida de la calidad de su capital humano. Dentro del mundo empresarial, este término se verá en multitud de ocasiones sustituido por el de recursos humanos, cuyos departamentos, presentes en cualquier compañía, velan por una óptima selección de los nuevos empleados, pero también por una gestión y un desarrollo eficaz de los trabajadores que ya tiene en plantilla.
Pero la única manera de mejorar el capital humano empresarial no es aumentar la experiencia o las cualidades de los trabajadores. Es además esencial salvar la obsolescencia a la que se puede ir viendo abocada la plantilla de una empresa o, al menos, una parte de la misma. ¿Por qué tiene lugar esta obsolescencia? Muy sencillo. Los continuos avances tecnológicos provocan que los conocimientos que tenemos a día de hoy, mañana sean menos valiosos o incluso que, en algún momento, lleguen a perder todo su valor. Y si esto lo combinamos con los saltos generacionales, con nuevas generaciones que se incorporan al mercado laboral poseyendo conocimientos más avanzados, la depreciación de la generación más antigua puede alcanzar pasos agigantados.
Un buen ejemplo de que el capital humano juega un papel indispensable en el crecimiento de las empresas nos lo trae este «estudio de P. Davidsson», centrado en la influencia de este factor en compañías de reciente creación.
A pesar del impacto negativo de la obsolescencia, provocado por el progreso técnico, hay que dejar claro que éste no entraña ningún problema por sí mismo. De hecho es todo lo contrario: el progreso técnico es uno de los factores clave en el crecimiento de cualquier empresa o sociedad. Y su combinación con un factor humano plenamente cualificado para interactuar con él de la forma más eficiente, aumenta exponencialmente dicho incremento.
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